Hoy en día existe una gran preocupación por la incidencia del comportamiento violento entre niños y adolescentes. Este complejo y perturbador asunto necesita ser cuidadosamente entendido por padres, maestros y otros adultos. Mucho se habla de la inteligencia intelectual, y se invierte mucho dinero y tiempo para preparar a los hijos en este campo, pero poco se habla de la importancia de educar hijos emocionalmente inteligentes. Uno puede enseñar a los hijos formas de modificar la bioquímica de sus emociones, ayudándoles a adaptarse mejor, a mantener un mayor control y a ser simplemente más felices.
La inteligencia emocional o CE (coeficiente emocional), comprende la capacidad de controlar los sentimientos propios, así como los de los demás, y utilizar esa información para guiar nuestro pensamiento y nuestras acciones. El término inteligencia emocional se empleó para describir cualidades emocionales que tienen importancia para alcanzar el éxito, pueden incluirse: la empatía, la expresión y comprensión de los sentimientos, independencia, capacidad de adaptación, simpatía, capacidad para resolver problemas de forma interpersonal, persistencia, amabilidad, y respeto.
La formación emocional vale la pena: Un coeficiente emocional (CE) elevado es tan importante como un coeficiente intelectual (CI) elevado. Los niños con capacidades en el campo de la Inteligencia Emocional son más felices, más confiados y tienen más éxito en la escuela, además de ser la base para que los hijos se vuelvan adultos responsables, atentos y productivos. Los niños que han aprendido muy pronto a manejar bien sus emociones obtienen mejores resultados en el colegio que otros niños con parecidas capacidades intelectuales, pero menos diestros desde el punto de vista emocional. Hacen amigos con más facilidad, tienen una relación relajada y franca con sus padres, y son menos susceptibles a los trastornos de comportamiento y a los problemas escolares. Según investigaciones recientes, los niños con una Inteligencia Emocional alta aprenden mejor, tienen menos problemas de conducta, se sienten mejor sobre sí mismos, tienen mayor facilidad de resistir las presiones de sus contemporáneos, son menos violentos y tienen más empatía, a la vez que resuelven mejor los conflictos. Otras características de los niños emocionalmente inteligentes es que tienen menos probabilidades de recurrir a una conducta autodestructiva, (como drogas, alcohol, o embarazo adolescente), tienen más amigos, gozan de mayor capacidad para controlar los impulsos y son más felices, saludables y exitosos.
Formación emocional en la familia: En los primeros años de vida se forma de manera decisiva el mundo emocional: la confianza en uno mismo, el aucontrol, la actitud abierta frente a lo nuevo, la capacidad de empatía, el saber disfrutar del contacto con otras personas son capacidades elementales que los niños van construyendo en el seno de su familia, siendo estas las bases del posterior desarrollo emocional. El grado de estabilidad de estas bases depende, sobre todo, de lo bien que los mismos padres sepan manejar sus propias emociones: por lo general, los padres inteligentes desde el punto de vista emocional también son eficaces educadores emocionales.
¿Cómo pueden ayudar los padres a los hijos a alcanzar un alto nivel de Coeficiente Emocional?
Enseñar a los hijos a ser empáticos: Una de las formas más simples de enseñarles a los niños empatía es la práctica de “actos aleatorios de bondad”.
Hablar de las emociones y llamarlas por su nombre: Es importante aprender a identificar las emociones, y expresarlas de manera adecuada.
Aceptar todas las emociones: No le reproche a sus hijos por tener emociones negativas. La tristeza es casi tan natural como la alegría.
Entender las emociones: Los hijos necesitan comprender que nuestros cuerpos nos transmiten señales cuando estamos a punto de perder el control, e identificar esas señales permiten tomar conciencia de la emoción y autorregularla.
Finalmente recuerde que los padres son un espejo psicológico que los hijos emplean para construir su propia identidad. Si deseamos tener hijos emocionalmente inteligentes tenemos el reto como padres de aprender a controlar nuestras propias emociones. El ejemplo es el mejor testimonio que podemos dar para inculcar todo lo que queremos ver reflejado en nuestros hijos.